RadioTonica

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martes, 14 de abril de 2009

AGNÓSTICA





Las posturas agnósticas son tan antiguas como el escepticismo filosófico, pero el término «agnosticismo» fue acuñado por el biólogo Thomas Henry Huxley, en una reunión de la Sociedad Metafísica en 1869. Dice Huxley: “Yo no afirmo ni niego la inmortalidad del hombre. No veo razón para creer en ella pero tampoco tengo ningún medio para desaprobarla. No tengo objeciones a priori a esa doctrina. Nadie que tenga que lidiar día a día con la naturaleza puede meterse en el brete de las dificultades a priori. Dame alguna evidencia que justifique mi creencia en cualquier cosa y yo creeré. ¿Y cómo no habría de creer? No sería más maravilloso que la conservación de la energía o la indestructibilidad de la materia. [...] No tiene sentido que me hables de analogías y probabilidades. Yo sé a qué me refiero cuando digo que creo en la ley de los cuadrados inversos, y no basaré mi vida y mis esperanzas en alguna convicción más débil”.

Agnosticismo: Doctrina filosófica que niega al entendimiento humano la capacidad de llegar a comprender lo absoluto y sobrenatural: el agnosticismo, a diferencia del ateísmo, no niega la existencia de Dios. No confundir con gnosticismo.

Gnosticismo: Doctrina filosófica y religiosa de los primeros siglos de la Iglesia, mezcla de la cristiana con creencias judaicas y orientales, que se dividió en varias sectas y pretendía tener un conocimiento intuitivo y misterioso de las cosas divinas.

El ateo niega la existencia de Dios. Mi opinión es que esto también constituye un acto de fe, pues si bien no puede demostrarse la existencia de Dios, tampoco se puede demostrar lo contrario. Aquí el ateo podría replicar que no es posible demostrar la inexistencia de algo. Por tanto, se encontraría en una posición similar a la del creyente. Ninguno, racionalmente, podría demostrar la existencia o no-existencia de Dios. Tiendo a pensar que, por lo pronto, el ateo tendría la ventaja. Sin embargo, su opción radical, no me convence del todo.

El creyente afirma la existencia de Dios. Es ahí donde encuentra las respuestas para todas aquellas problemáticas que el hombre no ha podido aún resolver. La fe, por definición, exige un compromiso ciego respecto de aquello en lo que se cree. Por tanto, el creyente es un personaje dogmático. La existencia de Dios no estaría nunca cuestionada, pues antes que todo estaría Dios. Incluso cuando se hacen patentes sus propias dudas, éstas no harían sino confirmar su propia fe.

Lo más sensato - desde mi perspectiva- es afirmar que los conceptos de Dios e infinito, no están al alcance del entendimiento humano. Mi opinión es que el hombre no puede aceptar ninguna noción de absoluto, dogma, ni cualquier presunto de certeza.
La realidad no es cognoscible. La vida moderna no sería sino el resultado de aquellas ficciones que inventamos y que luego aceptamos como verdaderas.

Lo contrario, en términos kantianos, constituiría una regresión a nuestra “culpable incapacidad”, a una minoría de edad intelectual. Ya hace bastantes siglos que nos libramos de una realidad heterónoma para reconocernos como personas capaces de razonar autónomamente.

Si me defino agnóstica y no atea, es precisamente por que pongo en duda todo aquello en lo que pienso. De lo contrario, me estaría arrogando un saber que le estaría negado al creyente y al ateo. No puede ser.

El agnóstico puede comprender perfectamente porqué la gente cree en Dios y puede, por un momento, imaginar que efectivamente existe algo superior. El creyente, en cambio, no puede concebir la vida sin la existencia de Dios. El solo hecho de pensar que es posible que no exista nada, le está prohibido. Se derrumbaría todo aquello en lo que cree. Lo mismo para el ateo. Él no es capaz de imaginar la posibilidad de que haya una fuerza superior omnipresente, sin derribar la muralla de su convicción.

El agnosticismo me sigue pareciendo la alternativa más profundamente honesta, y esto no significa que me declare agnóstica toda la vida. No sé desde dónde miraré el cielo el día de mañana.