RadioTonica

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miércoles, 9 de diciembre de 2009

Navidad..pero en efectivo.



Ya estamos en diciembre, la navidad se acerca. Lo que en teoría debería ser una fiesta para los creyentes, se convierte en una fiesta global. Todo porque existe la tradición de hacerse regalos, algo que las empresas no podían dejar pasar por alto. Estas fiestas se han convertido en un tiempo de consumismo desmesurado.

Un año más, estamos invadidos por los panes de pascua, luces, juguetes, anuncios y más anuncios. Somos victimas del consumismo. Por todas partes recibimos mensajes, que, aunque no quieras, acaban por influirte.

Hay cosas objetivas, que ocurren a simple vista, y no es necesario ser un “tonto-grave”, ni un “superficial” (para graficar las ambas caras de la moneda) para notarlo. Ajena a toda la marabunta social en torno a la crisis económica, la Navidad ya está preparada para hacer su espectacular reaparición en los próximos días. Sin tiempo para digerir los estragos del verano, llegarán las destellantes luces, los atascos en las zonas comerciales y las tiendas a rebosar. Pero a todos, sin pedirnos permiso, todos los años, durante más de un mes, la Navidad no sólo nos espera en la calle sino que, además se nos mete en casa. Bueno, en realidad no es la Navidad lo que nos persigue, sino el consumo navideño que es otra cosa y que poco tiene que ver con el humilde pesebre de Belén.

Como en todo tipo de cosas, hay varios puntos de vista, dos caras de la moneda, y este año, como hago siempre, me siento en una banca de la calle, y las observo con más detención….

Cada año se celebra Navidad. Todos festejan la Navidad: cristianos y no cristianos, creyentes y ateos, ricos y pobres, todos. Pero pocos saben su significado. ¿Qué hemos hecho de esta fiesta cristiana?...Por un lado, una cara dice que la hemos desfigurado. Cuando se acerca 24 de Diciembre lo que hay es una agitación enfermiza en torno a las cosas materiales: que los regalos, que los adornos, que armar el nacimiento, que juntar las cosas para hacer una ancha fiesta en la "Noche Buena”. Todo para poder decir: “¡ah!, qué bien estuvo la navidad.” O lamentarse: “la Navidad ya no es como antes.” Así, hasta los que no creen en Dios y los indiferentes celebramos la Navidad. Pero... ¿Qué es lo que celebran? Una ingente cantidad de personas no lo saben.

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Claro, hay extremistas para todos los gustos, una cara de la moneda dice que:

- No es un motivo más para realizar reuniones donde, el dinero tan duramente ganado, se derrocha y conducen a presiones económicas.
- No es un pretexto para organizar fiestas donde se baila desenfrenadamente una noche y luego quedar más vacíos que antes.
- No es un motivo para preparar banquetes costosos, mientras en otros lugares hay gente que se muere de hambre.
- No es una oportunidad para que los hijos exijan caprichosamente regalos caros a sus padres, quienes por darles gusto endeudan su futuro.
- No es una oportunidad para que los padres de familia, regalando juguetes a sus hijos, acallen el remordimiento de no haberles dado el tiempo y el amor que necesitan para su feliz desarrollo.
- Tampoco es una ocasión para desearse hipócritamente: “Feliz Navidad”. Y darse un abrazo momentáneo cuando después se pasa el año entre odios, envidias, peleas, etc.
- No consiste en armar un nacimiento y embellecer la casa con luces, adornos, arbolitos, pero dejando las mentes y los corazones vacíos.

A mucho de lo anterior le encuentro razón, claro quitándole el extremismo, pero luego de ver ambas caras, diré lo que yo, en mi cabeza loca, pienso.

Y como siempre, el público más vulnerable, los niños, ya tiene preparada su alfombra roja con destino al consumo más exacerbado. Es increíble comprobar cómo por las principales calles de la ciudad, los más pequeños de la familia empezaban a ser bombardeados con mensajes de persuasión al consumo y, lo que es peor, al capricho que no entiende de crisis económica, ni paros, ni ahorros.

Pasean los más menudos con catálogos de juguetes y otros artilugios de centros comerciales. Parecían el típico jubilado que, a las 9 de la mañana, ya pasea con diario en mano para enterarse de las últimas noticias. Decenas de pequeñuelos, con los catálogos abiertos en par en par en plena calle, ralentizando la marcha de la familia.

Por detrás ellos, ilusionados con pedirse este o aquel juguete, por delante, los padres suspirando porque pidieran a Santa Claus, Papá Noel, El Viejo Pascuero y derivados…lo más barato. La Navidad consumista, entre otros muchos atropellos, ha logrado que lo único que detenga a la lectura a los más pequeños sean los catálogos comerciales; que en las más de cuatro horas diarias que se plantan delante de la Televisión, su espacio favorito sean los anuncios de juguetes.

Ni hablar de cómo han cambiado, a propósito, los gustos por dichos Juguetes, con la aparición y la moda, de los Play Station, los Wii, los videojuegos, etc, los niños ya no saben que es un monopatín, o para ellos es muy fome, sin mencionar que dicha moda no es muy “barata” para los padres….. Por si fuera poco, cada vez dura más la Navidad; empieza cuando todavía falta más de un mes, y las tiendas permanecen abiertas mientras quede una sola persona por la calle buscando el videojuego que anuncian en televisión.

Siguiendo con ésta cara de la moneda, la Navidad = Consumo, en la Navidad los creyentes celebran el nacimiento del Hijo de Dios, que quiso ser uno de nosotros para mostrarnos con su palabra y con su vida que el mejor camino para nuestro mundo es la fraternidad y la igualdad.

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Como dice Diamantino García: “Las blancas y dulces navidades, las tiernas y emotivas celebraciones navideñas, las gozosas y costosas fiestas en torno al portal de Belén bien poco tienen que ver con el originario mensaje:

Cristo nace pobre, nuestro sistema estimula a ser ricos;
Cristo nace para crear solidaridad, nuestro sistema engendra rivalidad.
Belén iguala y dignifica a todos, el sistema selecciona a los “mejores”.

La estrategia capitalista es realmente inteligente. No se opone a la Navidad sino que la integra. Al capitalismo le interesa sacar provecho de lo humano y de lo divino, de todo. Para este sistema, para quienes lo sostienen, Dios no es otra cosa que una fuente de ingresos”.

Incluso para las personas que lo celebran desde el punto de vista cristiano, la Navidad es consumista. La mayoría hace sus cenotes y se compran muchísimos regalos.

Siempre que los detractores al consumismo, que no celebran Navidad, que son muy pocos, hablan de esto con alguien que sí celebra estas fechas, responden con la supuesta familiaridad de las mismas. Esta moneda dice que si no encuentras otro momento en todo el año para ir a ver a tus padres, a tus abuelos o a tus primos, es que no hay un deseo real de hacerlo. Y no es más difícil. Ya se sabe, querer es poder.

La otra cara de la moneda, nos habla de un pueblo asumido, a mi modo de ver, que se conforma y sigue, cual caballo de carrera, la vorágine de éstas fiestas, sin detenerse a reflexionar…… claro, porque se van a quedar sin “ese regalo”. Pero también a mi juicio, tienen algo de razón….

El Lado B, afirma que compartir ritos religiosos y tradiciones tales como decorar el árbol de Navidad, o armar el pesebre de Belén, pueden reafirmar la conexión e intimidad de la pareja. Es obvio, que por el sólo hecho de colgar guirnaldas de un abeto de plástico y distribuir las figuritas de un nacimiento, nadie se va a querer más, pero lo que si está claro es que compartir símbolos no sólo es la reverberación del amor sino un acto de comunión en una misma fe o principios. En el caso de los cristianos.

Las navidades se llenan de nuevas condenas a la sociedad libre y en concreto al consumo. Greenpeace ha acusado a San Nicolás, en ese estilo delicado y fino que se gastan, de "terrorismo medioambiental". El Papa ha condenado el "materialismo" navideño. Los comercios, es cierto, se ponen a prueba todas las Navidades para atender las demandas, cada vez más variadas, de los ciudadanos. ¿De veras es tan malo que aumente el consumo estos días?.

Se gastan más dinero en comprar cosas que comparten con los demás; regalos y comida. En esta cara de la moneda, eso no es malo, le gustan los regalos "superfluos", prescindibles, y los no tan prescindibles también. Los bienes de consumo son los que más cerca están de sus deseos, y si tienen buenos deseos para los demás en estos días, lo que necesitan son bienes de consumo que los transmitan.

De los “contrarios” dicen que son personajes habitualmente mal encarados, que no pueden vivir sin aguarle la fiesta a los demás. Quieren que los demás se sientan mal por hacer lo que les plazca con su dinero, que a cada paso que anden sientan el aguijonazo de un profundo sentimiento de culpa porque hacen regalos o nos los hacen, porque comparten comidas con familiares y amigos, porque hacen las compras a que han renunciado en el año, o porque se dan ese capricho que no se permiten en otro momento del año.

Después de mi observación de éste año, les hablaré con sinceridad de mi opinión y caso particular. Yo celebro la Navidad, por costumbre familiar y “social” (alguna costumbre social tenía que tener, sino ya seria una total ermitaña), no soy Cristiana, por lo tanto no armo pesebre, desde que vivo sola, no me gusta armar arbolito, mas que nada porque me da flojera, y si vivo sola, es un gastadero de tiempo y plata, pero éste año estoy menos floja y puede que arme un arbolito de esos de mil pesos, que venden en las cunetas.

Como la celebro, compro regalos para mi familia y amigos mas cercanos, trato si, de que sean regalos que les gusten, no cualquier chocolate derretido, sino algo que signifique, o que necesiten, pero lo más barato, o lo que me alcance dentro de mis cada vez más, mínimas posibilidades. Nunca la he pasado completamente sola, sin familiares sí, pero cuando eso pasa, voy a casa de amigos o a casa del pololo ocasional a cenar. Todos los años, compro mis regalos, los justos y necesarios, en estas fechas (comienzos de Diciembre), con el único fin de evitarme las malas caras, los ajetreos, la gente malhumorada, y los empujones en las tiendas, (sin contar el calor que hace cerca del 24 de Diciembre), evitarme la fatiga, y en esos días me siento, como una estatua, en una banca, a tomarme un helado, relajada y sonriente, a mirar , mientras todo lo anterior sucede.

De ambas caras de la moneda, me quedo, creo con un poco de ambas. Personalmente pienso que no puedes evitar consumir, en la sociedad en la que vivimos es imposible: ¿puedes estar un día sin comprar electricidad, agua, comida..? Lo que si hay que intentar, es no consumir mas de lo normal, o de lo necesario, o de lo que se puede. Y en estas fechas eso es muy difícil, debido a la presión del entorno, es aquí donde sucumbe la mayoría. El consumismo es algo que sucede a diario, que se nota mas en estas fechas, pero para los días inventados por la publicidad, que no tienen que ver con el sentido “cristiano”, por ejemplo, el día del niño, o el día de los enamorados, el mismo consumismo está presente.

Todo sistema, por muy duro e inhumano que sea, necesita ofrecer rostros atractivos, espacios consoladores, desahogos estéticos-emocionales. Algo de esto tienen nuestras navidades.

Respecto al derroche de comida y "familiaridad", para mi no hay nada mejor que reunirme con la familia. Ese simple hecho ya se debe celebrar, aunque sea una vez al año, si esta fecha le añade algo mas de nostalgia y sentimentalismo al cuento, pues tanto mejor.

Me parece una ironía todo lo que rodea esta festividad de Navidad. Yo que no soy cristiana y defendiendo los valores de esta fiesta, esto es otra ironía. Pero para todos los creyentes un mensajito: ¿es la religión católica y su fiesta navideña la que los obliga a gastar más de lo que pueden, y endeudarse hasta los huevos, o realmente el catolicismo no dice que hay que ser generoso con el prójimo y bastante austero?

Cada uno que haga lo que quiera o buenamente pueda con sus creencias y su dinero, pero no veo nada normal gastar todo el dinero ahorrado durante el año en Navidad, y en verano- vacaciones, si es que las tienen, con las deudas adquiridas en Navidad, gastarse todo el dinero de nuevo.

La Navidad tiene otra forma también, más “mundana” diría. Una forma con adornos, guirnaldas, árboles, compras, regalos, comida. A veces daría la impresión que uno centraliza más la atención en adornar el arbolito, que en preparar el corazón; en salir de compras, más que mirar hacia adentro, o a los demás.

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Es una época hermosa, no hay duda, pero también es un tiempo de corridas, compras, listas de invitados, comidas posibles para preparar, entre tantas otras cosas. ¿Son ambos enfoques compatibles? ¿En uno prima más el espíritu navideño que en el otro?.

Yo creo que, si cada cosa que hacemos, la hacemos con amor, sea cual fuere, en ella estará el espíritu de la Navidad. Aunque no sea uno creyente.

Elegir un regalo para alguien con dedicación, preparar una comida con esmero para deleitar a los que amamos, disfrazarse de Viejo Pascuero (aunque tenga los colores de la Coca-Cola y afuera los termómetros marquen 34 Grados), mantener la ilusión de los niños, son todos actos de amor. Adornar nuestra casa para recibir a la familia también. Si en cada cosa que hacemos para esta Navidad, lo hacemos como una entrega generosa hacia el otro, sin duda el espíritu navideño estará presente.
Vivimos en un mundo consumista, no hay duda de ello.

Estamos siempre apurados, sin tiempo para detenernos a pensar lo que es verdaderamente importante. Es una buena época para detener un poco la marcha, aunque sea un poquito, y darle un sentido más profundo a cada cosa que hacemos.

Que la pasen bonito...