RadioTonica

Si tienen tiempo...vean esto....

jueves, 6 de septiembre de 2007

Persevera y triunfarás...de alguna forma

Los que siempre pierden son unos tipos que caen simpáticos. Quizá es por eso, porque nunca ganan, sus victorias sobre cualquier aspecto de la vida suelen verse efímeras. Pierden batalla tras batalla, y algunos ganan la guerra. El perdedor se nace, no se hace, y siempre en el momento más importante, cuando todo lo tiene a su favor, siempre falla. Y pierde, claro. El perdedor falla además por su propia naturaleza, su rol de vencido, de derrotado.

Pero es en los dibujos animados, donde encontramos la mayor cantidad de arquetipos de perdedores. En ellos, las historias suelen estar basadas en un perseguidor y un perseguido, donde está demás decir que el perseguidor seguirá persiguiendo hasta el día en que se muera porque nunca jamás alcanzará a su objetivo. Ejemplos de esto hay bastantes. Los orígenes estarían quizás en Tom y Jerry, y a partir de ahí repetición de la fórmula pero con distintos personajes, a cual más rebuscado: un coyote y un correcaminos, un conejo chistoso y un cazador, un gato y un canario... . Pero en todos encontramos la misma premisa: el perdedor cae bien. Y es que es inevitable no sentir afecto por el gato Tom, por Silvestre, por el hambriento coyote.




Pero de todos los tipos que fracasan en la pantalla, siento predilección especial por el oso hormiguero. El oso hormiguero azul, aquel que se pasa la vida persiguiendo a una insignificante hormiga que le da literalmente verdaderos dolores de cabeza. No sé si serán los primeros planos que se centran en su miradas que parecen decir "otra vez igual" mientras estallan carcajadas enlatadas o será la sublime melodía inicial a ritmo de jazz de Henry Mancini... . O será que es azul.




No quiero ser como el correcaminos que solo va por la vida sin hacer nada, sin pensar, sin vivir, solo de detiene a comer. Quiero ser como el Silvestre, o el Coyote, perseverante, necio, inteligente….tendré que cargar con la mala suerte, que no creo que exista, pero que aburrida sería la vida sin esos incidentes por venir, es la sal de la vida, las chispas de chocolate en las galletas, la mermelada del gansito, la crema de los pingüinos, la cereza del pastel etc.


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El Coyote. No creo que haya una caracterización más paciente, abnegada y aporreada en la historia del cómic, que este flaco y desgarbado Coyote, un ser que tiene una sola razón para vivir, atrapar y almorzarse al rápido y desenvuelto correcaminos.

Ignoro si a otros seguidores de la historia, les acontece lo que a mí, que terminé siendo una fiel admiradora del aparente villano del cuento, quien luego de ensayar trucos, emboscadas y trampas, termina estrellado, golpeado y herido severamente por caídas y explosiones. El Correcaminos por su velocidad y simpleza no pasa de ser un pretexto en la puesta en escena, la verdadera estrella con su gama de interpretaciones (desde el malvado conspirador hasta el payaso trágico), es el Coyote. Su caracterización muda en palabras pero rica en expresiones faciales le valdría un premio al mejor actor, pero nadie se lo reconoce, su destino es terminar siendo la maltrecha víctima de sus complejas maquinaciones.




Sin embargo, hay una pregunta irresoluta, una especie de duda eterna que algunos espectadores se formulan frecuentemente. ¿Por qué si el Coyote puede darse el lujo de costearse los más intrincados artefactos marca ACME, que le llegan por correo certificado, no puede ir un día al restaurante más cercano y pagarse un buen churrasco o por lo menos un crocante pollo frito?. Creo imaginar que puede tratarse de un solitario millonario del desierto, muy parecido a cierto terrible personaje de la vida real, que le gusta gastarse su dinero en armas y dinamita, convirtiéndose él mismo en su principal víctima.


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Pero sin entrar a juzgar las razones de los hombres ni resolver en este espacio problemas socio-políticos, en el caso del Coyote, hay un motivo que trasciende la posibilidad de degustar un pernil del Correcaminos, pienso que este personaje sabe a la perfección que con cada porrazo sufrido, nos dibuja una sonrisa, y sabe que nos representa, en cada incidente que sufre, están nuestros propios fracasos, equivocaciones y caídas. Pero solo el humano es el que no persevera hasta triunfar, se derrota a sí mismo antes, a diferencia del Coyote, que se lleva el premio a la perseverancia y constancia.


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