RadioTonica

Si tienen tiempo...vean esto....

viernes, 3 de agosto de 2007

Blue Sea Blues

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Mi visión es una ventanita iluminada que corre por calles de todos los tiempos: la caricia imaginada, el beso que quisiera tener, el llanto de anoche, alguna huida por cerros del puerto, o acaso este hoy eterno en un bus que me lleva al centro de la ciudad, a buscarme la vida. Cada pieza de éste intervalo encaja con la siguiente, todo es un flujo contínuo: ideas, luces, estruendos, oscuridad, relámpagos...

Mientras, en el útimo asiento, una pareja de escolares se besa entre los corcoveos del viaje, los vendedores, uno a uno destazan su plácida miseria en el pasillo. Moneda tras moneda el viaje se me alarga. Leo lo que puedo de un libro triste, pero el paisaje veloz me distrae, claro, es el mar. Entonces cierro el texto y anoto en mi libreta roja, cosas que pasaron por el aire, intento inútilmente convertir en verbo esta ciudadanía en fuga.


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Sí, el invierno ha sido tan frío, pero aún estoy aquí, en guardia , aveces baja, tratando de llegar al minuto subsiguiente. Me como unos manís, confitados, claro para engañar a mi estómago, ya no tiene confianza en mi porque lo he engañado mucho, me los compro con el último dinero que me queda; quién sabe como voy a volver en la tarde hacia la cueva en que me he metido.

Unos fantasmas aletean inútimente en su esquina de siempre. Tratan de que alguien se los lleve, pero su primavera pasa de largo, destartalada y amarilla, saltándose los soles que parecen semáforos en rojo.

Esta nave de locos olvidados en el tiempo y espacio, (siendo el tiempo relativo en una marcha en bus), viaja a toda la velocidad que da su metal fatigado. Se nos atraviesan sin gota de miedo unos setenta gatos negros. Ellos van con toda su fortuna: no pierden en el trance ni media vida.

En el próximo cruce de caminos, el piloto a cargo se detiene para que suban unas heroínas vendedoras de seguros, y claro, aprovecha de partir antes para que el viento les suba las faldas. Ellas despreocupadas, reparten sonrisas por si les resulta alguna venta. Sus celulares tararean una canción de moda....reggaeton..para variar, encima es difícil no escuchar lo que confiesan a todo labio, mientras escriben teléfonos en libretas rosadas con olor a chicle.

Desde la vereda un par de cantores de pelo largo piden, solicitan, imploran de rodillas al señor chofer su permiso para subir a darnos canto. El los deja con un gesto soberbio y adormilado.



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Para despertar a su audiencia, uno de los músicos se explica antes de la presentación. Anuncia brevemente el repertorio: algo de blues, un temita de Billy Joel y para cerrar, The Beatles. Ese es el menú para hoy. Tómenlo o déjenlo, señores pasajeros. Arrójense por la puerta abierta o huyan por donde dice "en caso de emergencia rompa el vidrio con el martillo".

A la mayoría de los que viaja, el anuncio no les interesa. Mientras los artistas se preparan a tocar, mi mente hace su eleción y dice "que sea blues". Música proveniente de esclavos para una máquina medio repleta de gente exprimida y somnolienta. Bien.

El desangre sonoro hace mas lento el avance de esta fiera máquina. Con la inconsolable cadencia de armónica y guitarra, los detalles del paisaje se levantan y buscan nuevas pupilas: cada perro dormido en el cemento; cada árbol cubierto de polvo y ceniza; la mala sonrisa de los niños perdidos; el apuro estéril de los paseantes en trámites impostergables; el resplandor de edificios recién bañados por la lluvia, listos para la siguiente polución; pájaros hambrientos que sobrevuelan el horizonte. A pesar de lo pacífico de esta ciudad, hay siempre un pequeño caos , al final todo se ordena, se alínea y respira al unísono. El vehículo se abre paso bailando entre la chatarra que estorba la ruta a cordilleras pavimentadas. Este minuto es un hallazgo, una pequeña iluminación que nos alcanza. O es nada, una pequeña nada que se conecta al resto del vacío que somos cada uno en su hacer y deshacer.


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Cuando la ceremonia termina y los músicos recolectan su ración de caridad, me bajo a la carrera, con los bolsillos vacíos, alivianados. No alcancé a llegar hasta esos cerros: mi destino estaba antes, en uno de estos edificios donde no sucede cosa alguna y sólo queda, además de negociaciones forzadas, escribir estas cosas u otras peores. La gente no mira y un blues cardíaco me despierta tanto como una taza de café negro sin azúcar. Pienso en que debo dejar de pensar, pero estoy intoxicada, tan llena de pensamientos que viajan a un lugar lejano, que me es imposible dejar de hacerlo, pero tampoco quiero dejarlo, es mi vicio y un destino al cual no renunciaré, mi rebelión no me lo permite.

Mañana seguirá lloviendo, y por éstas avenidas pasearemos adormecidos, listos para otra jornada en la moledora de carne. Junto con nosotros, los artistas y sus guitarras húmedas y bellas, esperarán que su canción nos vuelva a levantar la mirada del suelo hacia la ventana.





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